WildGalicia

WildGalicia

Tierras de cultivo

Tierras de cultivo

Desde el asentamiento del ser humano, las necesidades ganaderas y agrícolas han ido modificando nuestro entorno, buscando la mayor confortabilidad del pueblo, del ganado, pero sin olvidar las necesidades defensivas. Por esto, se sabe que en los inicios de los poblados prehistóricos, éstos se desplazaban fuera del cobijo del pueblo y se desplazaban para. De la misma manera, se plantaba en zonas productivas, no siempre inmediatas al recinto poblado.

Con el tiempo, aparecen las aldeas o villas, donde el campo solía estar muy bien organizado, con las casas a media ladera, en los terrenos inmediatos se encontraban las huertas,  fincas pequeñas pero de mejor calidad,  que reciben los mayores cuidados con abono y riego abundantes y en las que se plantan legumbres, hortalizas, patatas, frutales etc. Los huertos siguientes son las fincas, ya de mayor extensión, tierras también de buena calidad que reciben riego y abono, utilizadas para cultivos hortícolas en ocasiones, pero destinadas principalmente a los cereales (trigo y maíz), plantas forrajeras como nabos y frutales en los lindes. Después aparecían las agras, llamadas “veigas”, que son un conjunto de pequeñas fincas cercadas con un cierre único para evitar la entrada del ganado que pacía libre, y explotadas por varios propietarios que tenían una serie de deberes colectivos para organizar este terreno, como el establecimiento de un calendario agrícola o la rotación conjunta. Permitían una explotación de gran intensidad: cereales en invierno (trigo, avena y centeno) y en verano patatas, maíz, nabos y legumbres. Y ya alejado de las casas el monte, donde se recogía madera para calentar las casas, frutos silvestres o incluso el tojo para abonar los campos.

Por aquella época muchos eran los cuidados especiales que se le daba a las tierras. La imagen más típica de la Galicia rural sigue siendo en la actualidad el carro tirado por animales, donde se usaba la tracción del animal para realizar en arado, los surcos para drenar el suelo. Al campo se le aportaba abono natural como fertilizante (llamado aquí “estrume”), que no era más que las heces de los animales con tojo. Actualmente, los matorrales de tojo no son utilizados, pero antaño, era objeto incluso de robo.

Para cultivar, se suavizaba la pendiente del terreno mediante aterrazados, llamados socalcos, que además de facilitar el cultivo, evitan su erosión por las lluvias.

En cambio, actualmente sólo en los núcleos rurales se mantiene el campo de cultivo, siendo las zonas urbanas demandantes de alimentos que son cultivados fuera de ellas.

Ir al contenido